A lo largo de la historia del medicamento, las mujeres y su descendencia han sufrido verdaderos dramas relacionados con la administración de fármacos; basta recordar los más de 10.000 niños con focomelia, cuyas madres habían tomado talidomida como ansiolítico en el embarazo, o los casos de cáncer de endometrio en niñas adolescentes e hipospadias en niños al nacer, cuyas madres habían tomado dietiletilbestrol por la amenaza de aborto. Pero estos ejemplos relatan circunstancias, en parte, inesperadas por la falta de medidas de farmacovigilancia inexistentes a principios de la década de 1960.
En la actualidad, el hecho de ser mujer, como una característica diferencial que va a condicionar una respuesta diferente a la administración de los fármacos
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